Hombres del Año

Chingu amiga, la historia de la influencer coreana que hace reír a México

Sujin Kim salió de Corea del Sur huyendo de la presión social y laboral que vivía. En México no sólo encontró un oasis en medio del desierto, sino también un alter ego que la llevó a vivir las mieles del éxito en las redes sociales.
Sujin Kim mejor conocida como Chingu Amiga usa sombrero negro y chaqueta de pata de gallo
Ella es Sujin Kim.Paco Makareno y José Manuel Zardain

Como si la Ciudad de México fuera la Antártida y estuviera abriéndose paso entre la neblina helada, Chingu amiga sube a un octavo piso dentro de una gruesa y esponjosa chamarra de peluche azul que envuelve y protege su pequeño cuerpo. El ascensor se abre. Escoltada por tres asistentes —dos mujeres y un hombre—, sale y camina por delante de ellos, adusta, erguida, estudiosa de las amplias salas que tiene enfrente. Parece una soberbia princesa moderna. Lo es: en las cuatro redes sociales (TikTok, Instagram, YouTube y Facebook) donde ironiza, se ríe y burla del choque cultural de una coreana en México, la influencer asiática suma 53 millones de seguidores, una cifra superior a las poblaciones de España, Argentina, Canadá y otras 170 naciones. A esos devotos los consiguió en solo tres años, luego de que Sujin Kim, empleada en Nuevo León de un proveedor de Kia Motors, agobiada por años de explotación académica y laboral en Corea del Sur y México —llegó en 2018—, empezó a grabar videos de sí misma y los subió en sus redes con la leve ilusión de cambiar su vida.

A la reina de las redes sociales Chingu amiga le indican que en una pequeña mesa redonda con vista a los rascacielos de Lomas de Chapultepec dará la entrevista. Se sienta, mira curiosa su entorno y espera sin decir una sola palabra. Es la alumna aplicada que entra antes que nadie al salón de clases. Cuando llego, saludo y me siento, las chicas que la asisten se colocan de pie a su lado y atentas nos observan a ambos. Pasan 20, 30 segundos, un minuto: no se mueven. Desde abajo, Sujin las mira fijamente a los ojos. De pronto, suelta una carcajada; ellas entienden que eso es una indicación: alejarse. La carcajada no es una anécdota. La mujer de 32 años nacida en Busan se carcajea siempre que algo la conflictúa.

¿Qué es lo primero que viste al llegar a México?

“Cuando llegué al aeropuerto de Monterrey, vi palmas, verde. Sentí paz: algo nuevo empezaba. De Corea me había salido por la explotación. La sociedad es: ‘trabaja y estudia sin interrupción’. Venir a una compañía coreana fue un error: entré a una Corea chiquita. La compañía no seguía la ley. Salía con amigos, compañeros mexicanos y eso a los coreanos les pareció mal: era una mujer barata. Compartía casa con dos coreanas y tres coreanos. Los hombres me hicieron bullying sexual. Apostaron a quién se dormiría conmigo primero y me regalaron tangas. Me dijeron que me las pusiera y me tomara fotos. Y las mujeres me pedían limpiar todo y me decían que no saliera. El día que no aguanté y dije ‘me voy’. Una chava me dijo: ‘Si te quieres ir, antes limpia la casa’”.

Chingu Amiga comenzó en Internet creado videos a manera de clases de coreano.Paco Makareno y José Manuel Zardain

Sujin Kim egresó de la Universidad Myongji con habilidades empresariales y en Seúl empezó a trabajar. Corea del Sur, jura, la maltrató. Las bofetadas y los golpes con palos, castigos habituales a los alumnos en las escuelas, habían sido parte de la enseñanza. Y después, el tormento cambió a jornadas laborales inhumanas. Con burnout (o síndrome de desgaste profesional), quebrada mentalmente, sus padres y su hermana debieron internarla durante un año en el área psiquiátrica del hospital de la Universidad de Wonkwang.

Cuando la dieron alta, no resistió y abordó un avión. Destinos: Canadá, Brasil y México. Aquí, al renunciar a la empresa coreana, se lanzó a las redes. “Empecé con videos de clases de coreano y no funcionó. Entonces pasé a videos cortos de TikTok sobre cultura coreana”, recuerda. “En un video enseñé emojis coreanos y ahí empezó el cambio. ¡Wow, 300 vistas! No podía dormir de la emoción. Los videos eran 100% mi vida: me levantaba, algo me sorprendía y lo grababa. Los primeros estaban mal hechos. Sin saber nada, batallé: tomé mi tiempo, aprendí. Y me di cuenta de que la gente ocupa su tiempo en divertirse, más que aprender”.

¿Qué fascina y qué no a tus seguidores?

“Quieren saber cómo ve un extranjero este país. Y no funcionan los viajes; para eso mejor ven a Luisito Comunica (carcajadas)”.

Subes videos todos los días, ¿por qué?

“Mi enfermedad mental: en Corea para ser exitoso tienes que trabajar hasta que tu cuerpo grita que no puede más. Si un día no subo videos a TikTok, me da pánico. El mes pasado, un día no subí un video y no podía respirar. Sentía que no servía para nada. Me castigo: en Corea trabajaba de 7 a.m. a 9 p.m., 14 horas al día. Ahora, como me levanto más tarde, me culpo: ‘¡Floja, te levantas 6-7 a.m. y todavía te quejas, no pudiste ni subir un video!’”.

¿Cómo duermes?

“Si no tengo un video listo antes de dormir, toda la noche sueño con eso y me puedo levantar a las 2, 3, 4 de la mañana. Tardo cinco horas para un video de 30 segundos. Por la perfección, me presiono”.

En Monterrey conoció a Rodrigo Vásquez, hoy su novio, un tecnólogo oaxaqueño tres años mayor que se ha convertido en el exitoso personaje de reparto de sus videos. Pero, ¿qué opina él sobre sus contenidos? “Nada, cero”, responde Chingu amiga. “Es ñoño. Pero yo tengo humor coreano y necesito a un mexicano. Por eso siempre le pregunto: ‘¿Te parece divertido?’. Y su respuesta me enoja (se carcajea): siempre dice que sí. Pero me ayuda con lo técnico en YouTube: ‘Cambiemos este audio, la cámara, el ángulo’. Al empezar de novios, él tenía una compañía de polvos (holi) para fiestas. Se cayó con la pandemia y por eso empezó a ayudarme”.

Tus seguidores tienen la sensación de que son un amor perfecto…

“¡Ayyy (tono de ‘ternuritaaa’)! Chocábamos. Soy libre y extrovertida: quiero fiesta. Y él, introvertido: le gusta la casa, la tele, los videojuegos. No le gustaba que saliera. Con la pandemia nunca salí y fuimos la pareja perfecta. Y después me mudé (a la Ciudad de México) y aquí tengo menos amigos. Ya no salgo y por eso estamos bien”.

La convulsa vida urbana tiene un remanso: en su departamento de un segundo piso hay una terraza. Ahí toma café. “Eso me da paz. Veo edificios, el cielo y pienso: tengo más de lo que pedía”. A la hora de salir todo se complica. Tener 53 millones de seguidores que te ven cada día enreda la alegría si pretendes caminatas en las calles, paseos en los parques, comidas en restaurantes. “Es un honor que me reconozcan y pidan fotos, pero si estoy cansada quiero estar sola. A veces me disfrazo y ya ni eso funciona: el otro día me puse peluca y me reconocieron por mis uñas llamativas (se carcajea)”.

Chingu amiga es una de las creadoras de contenido más populares de México.Paco Makareno y José Manuel Zardain

Tendrás que usar guantes…

“¡Noooo!” (más risas).

En julio, el New York Times publicó la nota “Chinguamiga Was Born in Korea, but Shines in Mexico”. Corea lo leyó perturbado. “Se hizo grande”, dice. “Miles de coreanos me criticaron y me afectó mucho. Decían: ‘En Corea era una fracasada y huyó a otro país’. Escribían cosas como: ‘En México está vendiendo su cuerpo. Es una loca’”.

Y siguieron los conflictos, ahora en México. Semanas atrás publicó un video usando un bikini azul. La reacción de miles de personas en el país fue furiosa. “Vengo de una cultura conservadora extrema. En Corea, si usas mucho escote pueden llamar a la policía. Salí de allá y viví en Brasil, donde (el cuerpo) ni siquiera es parte de la conversación. Y entonces creí que la cultura latina era solo una. Error. Fui valiente (al usar bikini) en el video, pero jamás pensé (en los efectos): gente molesta, madres no querían que su hijo me viera. No me dolió, pero acepto que hice algo mal”.

¿Un TikToker debe leer sin tregua la opinión de sus followers?

“Quizá no convenga, la angustia crece. Sufrí burnout y depresión y eso nunca se va: [el enfermo] siempre está estresado y triste. Tu cuerpo está roto. Tengo fases de pánico. Lloro, no respiro”.

¿Cómo lo controlas?

“Subiendo el video, con antidepresivos y con mi psicóloga”.

¿Pones alguna vez modo avión?

“Mucho: esto no es nada sano, debo cuidar mi mente”.

En minutos, el maquillista trabajará en sus ojos: “sombra muy rosa para que se vea más grande el ojo”. Chingu amiga, a quien dentro de un cuartito le hacen bucles y le retocan la cara, me mira a través del espejo. “Esa es mi meta: ¡ojos más grandes!”, exclama, y otra vez una carcajada. En Corea del Sur, la cirugía plástica ha modificado sus párpados para ampliar su mirada. Con delicadeza se pone unos pupilentes claros y se mira al espejo. “Extraño de Corea todo lo de beauty. Mis amigas se inyectan cosas en la clínica cada semana. Y eso me gusta”, acepta Sujin, dueña la firma de belleza Nadaun y de Chingu Escuela, el ahora sí exitoso proyecto de ser maestra virtual de coreano, la profesión que ejerció de modo presencial en el Centro de Estudios y Certificación de Lenguas Extranjeras de la UANL (antes de ser estrella de internet, desde luego).

Está por iniciar la sesión de fotos. La famosa influencer con millones de seguidores en Instagram usará joyería Blobb de resinas coloridas, ideales para niñas en el colegio. Además, ropa Lacoste y Le Fleur, para que los estampados simples de prendas estilo preppy consoliden la imagen que conocemos: divertida, ligera, desenfadada, aunque Sujin Kim experimente dentro suyo una tempestad, como ella acepta.

¿Veremos a la misma Chingu amiga muchos años más?

“Hace seis meses tenía mucho miedo, los videos ya no funcionaban como antes. Pensé: ‘Esto se murió, Chingu amiga va a desaparecer’, no dormía y el terror activó mi depresión. Pero recibí una segunda oportunidad: nuevas cosas sí jalaron. Intentaré un nuevo programa (en diciembre). Y los videos cortos ya no serán del choque cultural, sino de comedia. Debo cambiar ya”.

Sujin Kim, elegida como la Influencer del Año por GQ, se despide riendo fuerte: su método infalible si algo la inquieta.